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Apocalipsis 1865: Capítulo 2

Capítulo 2


El sol comienza a ascender, ilumina mi preciada granja, arrojando rayos dorados al interior.
Tengo que salir ya, y aprovechar la luz de este nuevo día. Comienzo a levantarme y pienso que alguien puede venir aquí en mi ausencia, entrar y coger algunas cosas de la casa. Ya no me importa lo que me quiten, en fin de cuentas, ya no necesito nada de aquí. Dejo una pequeña nota en la mesa, que reza: " Querido, viajero: Ya no hay nada valioso en esta casa para mí, puede coger lo que quiera y quedárselo, aunque no creo que no haya nada de su antojo. Le deseo buena suerte y sobretodo, nunca pierda la esperanza de seguir viviendo. Patrick Farrow."
Recogo mis cosas y me pongo mi abrigo, fuera hace mucho frío, el viento me azota y me hela la parte de la cara que tengo al aire, la demás la tengo tapada con la capucha del abrigo.
Voy al establo, dónde está Tornado, el único compañero que me queda en este nuevo mundo. El siempre está ahí cuando lo necesito.
Hablo con él cuando me siento triste y el se limita a bajar la cabeza, para que yo le acaricie mientras le cuento mis sentimientos. Sé que no comprende lo que le digo, pero al menos le hablo a alguien.
Me monto encima de Tornado y le acarició suavemente.
- ¿Preparado para el último viaje? - le pregunto.
Tornado relincha energicamente, parece feliz al iniciar esta nueva travesía que nos llevará a lugares lejanos donde el nunca ha estado, sólo para cumplir un objetivo más que codiciado en estos últimos años: encontrar a mi familia.
Le doy unas palmaditas en el lomo y se levanta manteniendo dos pies en el suelo, y los otros en el aire, mientras los balancea.
Parece un niño pequeño, está muy contento por salir del establo, y me recuerda a mi hijo cuando jugaba conmigo antes de que empezara la guerra civil.
Recuerdo perfectamente como era el pequeño Nick: su pelo parecía dorado cuando los rayos de sol rebotaban en él, sus ojos eran dos perlas azules y tenía siete años cuando dejé de verlo, ahora tiene diez, y espero que cumpla más.
No puedo evitar que una lágrima me recorra las mejillas, mientras Tornado comienza a avanzar a través de la hierba a paso lento.
A lo lejos, mi casa comienza a hacerse cada vez más pequeña, y carece de esa alegría que antes poseía.


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