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Capítulo 12


Oraciones


- … Vi un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; lo arrojó al abismo, y lo encerró y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco tiempo….
El padre Pedro, a la luz de una vela, recitaba la biblia, el apocalipsis, la llegada de Satanás a la Tierra desde el infierno. Por eso estaban esas criaturas fuera de la iglesia.
Todo estaba previsto para dentro de mil años y ya habían llegado.

- … Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección…
De repente, la puerta de la iglesia fue golpeada por varios No Muertos. El padre Pedro, siguió con sus oraciones.
-… Cuándo los mil años se cumplan Satanás será suelto de su prisión y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la Tierra…
Se levantó y cerró la Biblia, observó la puerta que se movía lentamente.
- Satanás os ha cegado, ahora la ira caerá sobre vosotros.
Se acercó a una de las ventanas que daba a fuera y observó a cinco No Muertos que golpeaban la puerta.
- Amen; sí, ven, Señor Jesús. Ven y sálvanos de Satanás. Por favor, te lo pido… Padre nuestro que estás en el cielo, santificado se tu nombre…
Recitó el padre nuestro mientras hacía la señal de la cruz a los No Muertos que se hallaban fuera.
-… Amen.

 Avanzó a través del pasillo y se paró frente al altar. Se arrodilló y recitó nuevamente el padre nuestro.
Alguien debía librarse de aquellos No Muertos, alguien debía venir a salvarle de los hijos de Satanás. Los hijos del demonio que habían sido liberados tras mil años de prisión, ahora venían a acabar con él, después lo haría con la humanidad.
- ... Amen. Te ruego que me envíes a alguien para salvarme de esta perdición. Te lo ruego, Señor Jesucristo. Padre nuestro...

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Capítulo 11

Segunda Parte: "Tripas"



El segundo brote


La hora había llegado, eran las siete y media de la tarde. El vuelo hacia a Alemania se produciría en varios minutos. Kenny llevaba allí sentado dos horas, había facturado el equipaje, había enseñado el DNI a la chica del mostrador y ella le había preguntado varias preguntas sobre su equipaje. Todo estaba hecho.
Ahora tuvo que esperar dos horas para coger el vuelo. En esas dos horas se sintió mareado e hizo amagos de vomitar, pero se retuvo. No quería hacer el ridículo en un aeropuerto, todo el mundo le miraría y él se sentiría tímido e insignificante. Eso ya le había ocurrido antes, había estado en una situación semejante.
Kenny vivía en América, cuándo todo ocurrió él tenía 15 años y por entonces acudía a la escuela "Green". Allí él no era popular, era lo que podría denominarse un estudioso, pasaba días enteros estudiando y leyendo. Todos le consideraban un "empollón". 
Los demás alumnos le gastaban bromas constantemente y era el centro de las risas. Le habían puesto pegamento en la silla una vez durante la clase de historia, otra vez le bajaron los pantalones mientras avanzaba por el pasillo. Algunas veces le ponían una nota en su espalda que decía: "Pégame".
Sí, hubo muchas bromas. Pero, hubo una vez en la que él sintió muy ridículo. Fue una vez que caminaba por el pasillo de la escuela, de repente, alguien pasó corriendo a su lado y le tiró los libros al suelo. 
Se agachó para recogerlos y de repente notó que algún tipo de polvo entraba en sus calzoncillos. Se enderezó y sintió un picor en el trasero.
Empezó a rascarse, mientras los que pasaban por allí se reían. Al final, Kenny no supo soportar el picor que se fue rápidamente al baño.
Allí él no sabía que le esperaba alguien, otra broma. 
Entró rápidamente en el servicio y comenzó a mojarse el trasero con agua. 
- Te pica el trasero, pelmazo.
Reconoció esa voz era Dan, un alumno popular. Él le hacía muchas bromas y esta era una de ellas.
Dan salió de uno de las puertas de los baños, llevaba una cámara en su mano.
- Mira a la cámara, pelma. Esto se va a hacer famoso en nada. Mira.
Todo quedó allí, Kenny con los pantalones bajados, frotándose su culo con agua, mientras Dan no paraba de grabar.
Dan colgó la broma en internet y mucha gente lo vio. Kenny se sentía ridículo, pobre, insignificante, tímido...
Pero, ahora él era un gran abogado y trabajaba en un buffet famoso de los EE.UU.
Todo su adolescencia, había desaparecido de su mente, ahora no tenía de que preocuparse. Era uno más.




Kenny hizo otro amago para vomitar. En ese momento estaba mareado, se sentía mal. Muy mal. ¿Se habría infectado la herida? ¿Sería por eso? Él no lo sabía. Lo que sabía era cómo le había mordido un animal acuático, pero, ¿Cuál? 
Antes de ir al aeropuerto, había estado en un lago pescando, se sentó en el borde, metió los pies en la fría agua. Cogió la caña, puso una lombriz en el anzuelo y comenzó a pescar.
Esperó segundos, minutos, horas y aún no había pescado nada. Siguió, paciente, con su tarea. 
Inesperadamente, notó que la caña se movía, tiró de ella, pero de repente sintió que la caña dejó de moverse. 
Súbitamente, sintió que algo le mordía el pie, fue un instante y desapareció en seguida. Fue un mordisco, una pequeña mordedura, leve pero dolorosa.
Kenny sacó el pie rápidamente del agua, dejando la caña a su lado. Contempló su pie izquierdo, en él había una pequeña herida. 
No le tuvo mucha importancia, pero él no sabía que acabaría provocando el segundo brote. 




-... Observen que hay cinco puertas de salidas, cada una de ellas está señalizada con la palabra "SALIDA". En el lateral inferior de las butacas hay unas luces que se iluminaran en caso de emergencia, marcando las vías de evacuación... 
Kenny veía a la azafata, mientras movía su boca, diciendo las instrucciones que siempre decían en cada vuelo.
¿Estarían cansadas de decir siempre lo mismo? ¿Cansaría repetirlo tantas veces? ¿Estarían cansadas de estar tanto tiempo de pie?
Nada más que ellas sabían las respuestas. Ahora sintió escalofríos en todo el cuerpo y de repente todo se desvaneció. Todo quedó en blanco. Un túnel. Una luz. Se acercaba a ella, a una velocidad vertiginosa. No pudo parar.




La azafata siguió con su discurso, de repente un hombre se levantó de su asiento y contempló a todos los pasajeros a la vez que abría la boca y enseñaba unos dientes amarillentos. Ella lo miró. Era un hombre alto, su pelo era negro, sus ojos estaban amarillentos y inyectados en sangre.
- Por favor, señor, siéntese. 
El hombre gimió una vez y agarró el brazo de la azafata.
- Señor...
De repente, el hombre mordió a la azafata en el brazo, llevándose un pequeño trozo de piel a su boca. La sangre salpicó el suelo y también a los pasajeros.
- ¡Ahhhh! - gritó la azafata, que de repente cayó al suelo.
El hombre miró a su alrededor, su boca llena de sangre, abierta, sus dientes con trozos de carne entre los dientes...
Los pasajeros empezaron a gritar, se levantaron de sus asientos y comenzaron a correr. 
Todo pasó muy rápido, primero se levantó la azafata, ya era un No Muerto y ella comenzó a morder a las personas al igual que aquel hombre. Después resucitaban y se convertían en más.
En el avión ya no había pasajeros, ahora había cadáveres andantes, había sangre por todas partes. 
Pero había alguien que aún no se había dado cuenta de nada. El piloto. 




- Nicky, tráeme una bebida, por favor - dijo el piloto del avión. 
De repente, la puerta se abrió lentamente.
- Qué rápido.
El No Muerto, avanzó lentamente hacia el asiento del piloto. 
- ¿Por qué vas tan lenta? ¿Estás cansada?
Inesperadamente alguien le mordió el cuello, la sangre se esparció en el cristal, en el sillón y en los mandos del avión. 
El piloto murió rápidamente y el avión se precipitó al mar.






Fragmento extraído de un artículo del periódico Español: “El País”

4 DE JUNIO, 2010

Hombres emergen del agua en una playa de Portugal y agreden a los bañistas.


Sí, aunque parezca raro, imposible e insólito, es verdad. Puede que os sorprenda esta noticia cómo a mí me paso igualmente. Se preguntarán ustedes cómo emergieron esta "manada" de hombres y mujeres del agua. Aún se desconoce la causa por qué emergieron del mar...
Cómo os decía anteriormente, los hombres tenían una agresividad fuera de lo común, algo parecido a la rabia...
Atacaron a varios bañistas. Proporcionándoles mordeduras en varias partes del cuerpo...
Cómo ya decía aún se desconoce por qué lo hicieron, pero lo más insólito es que los policías no pudieron retener a ese grupo de agresores, algunos policías recibieron mordeduras, al igual que los bañistas y murieron al instante. Algunos testigos de aquella masacre afirman que al morir resucitaban...
"... Yo estaba tomando el sol, cuando oí un grito. Me desperté de repente y vi que un grupo de hombres y mujeres emergían del agua... “dice María Da Silva, testigo de esta masacre. "Empezaron a atacar a la gente y yo asustada no tarde en irme..."
Aún no han llegado más noticias a España, desde Portugal. Llegarán en las próximas horas...

Matías Rodríguez, El País.














Fragmento extraído de un comunicado que emitió S.R.M.
6 de Julio, 2010


Queridos españoles,
Hace unas horas que el virus Z, entró en nuestras fronteras... Nuestros equipos tratan de hacer frente a esta infección y en pocas horas el virus se eliminará...
En caso de emergencia, no traten con ningún infectado, no se acerquen a ellos bajo ningún concepto, sea familiar o amigo. Si tienen que hacer frente a un infectado, no dude en atacarle, para derrotarlo sólo tiene que destrozarle el cerebro, asestándole un golpe, o utilizando un arma de fuego...
El virus Z se propaga a través de la mordedura de un infectado o a través de la saliva o la sangre…
Para protegeros ante esta amenaza, deberían ir a los "Puntos Seguros", que estarán en el centro de vuestras ciudades o pueblos. Allí habrá comida, militares y tendrán refugio...
En todo caso, agentes de seguridad pasarán por vuestros domicilios para llevaros a los "Puntos Seguros"...
En tal caso que usted no reciba la visita, resguárdese en su casa, cierre todas las ventanas, puertas e accesos a vuestros domicilios. No mostrad signos de vida, apagad las luces y esperad a que llamen a vuestra puerta....


S.R.M.





Varias horas después de este comunicado, el rey apareció en la televisión anunciando que se aplicaría la ley marcial en toda España. 
Se confirmó el toque de queda de 19 a 7 horas, pero con la disimilitud de que si los militares españoles encontrarán a alguien vagando por la calle lo matarían, sea vivo o infectado.
También confirmó que el virus Z, había infectado completamente la Península Ibérica y que científicos españoles buscaban la cura a este virus… 
Algunos “Puntos Seguros” ya habían caído y se habían convertido en hordas de infectados…



24 horas después se declararon países como Francia, Suiza, Italia, Alemania, Bélgica u Holanda en cuarentena.


2 días después el mundo entero fue eclipsado por el virus Z.
Ese día llegó a llamarse el “Día Z”.

Aún no han conseguido un antídoto para este virus. Muchos científicos murieron o dejaron de trabajar en la solución.

¿Se llegará a encontrar la cura a esta enfermedad? O simplemente, ¿se extinguirá la raza humana?














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Capítulo 10


La caza



- ... ¡Shhh! - susurró Jim.
Allí estaban los dos, en el bosque, escondidos detrás de un grueso roble, a la caza de un ciervo. Jim, sostenía la navaja, a su lado, Andrew esperaba ansioso a su primera caza.
Jim se lo había prometido, que le enseñaría a cazar un día, o lo haría su padre, pero en ese momento Jason no estaba, al parecer había huido y Fred salió en su búsqueda. Andrew no comprendía porqué lo había hecho y lloraba algunas noches, ahora dormía con Jim.
- Espera... - murmuró Jim.
En un claro de aquel bosque, bajo la luz del sol, estaba aquel majestuoso ciervo, parecía algo extraño en este mundo de horrores, algo hermoso, no cómo aquellos monstruos carnívoros.
El animal empezó a alimentarse de la hierba de aquel bosque.
- ¿Ya? - preguntó Andrew, ansioso.
- No, espérate a que esté más cerca, sino lo espantaremos... Y tú no quieres eso, ¿no?
- No - añadió Andrew, mientras empuñaba la navaja.
De repente, Andrew y Jim sintieron que un matorral se movió detrás del animal. El ciervo alzó la cabeza y siguió comiendo.
- ¿Qué es eso? - preguntó Andrew.
- Puede que sea algún animal.
- Va a espantar al ciervo - añadió Andrew.
- No, tranquilo. No lo hará.
Repentinamente un cuerpo apareció tras un árbol, detrás de dónde estaba aquel ciervo.
Era uno de ellos, un No Muerto. Miró a aquel ciervo y empezó a andar hacia él lentamente. Abrió la boca y enseñó sus putrefactos dientes, a la vez que un líquido marrón y viscoso emergía de su boca.
Era un hombre de unos cuarenta años, sus ojos que antes fueron azules, ahora eran amarillentos. En su vida pasada fue militar, ya que llevaba vestía de camuflaje. En su espalda había una mochila, seguramente con material militar. Eso serviría en el campamento, tendría que haber algunas armas y puede que medicinas o comida.
Su cuerpo, aparte de su vestimenta, estaba cubierto de sangre coagulada. En su brazo izquierdo tenía una mordedura, estaba infectada. Por esa herida, seguramente se habría convertido en un No Muerto más.
- Ha visto al ciervo... - murmuró Jim.
- Entonces...
- Sí, lo morderá.
- Pero, podemos...
- Podemos hacerlo, pero espantaríamos al ciervo.
- Hazlo tú.
Jim asintió.
- Quédate aquí. No te muevas. ¿Vale?
- Vale.
Jim anduvo lentamente, mirando al No Muerto, que cada vez estaba más cerca del ciervo.
- ¡Ehhh! - gritó Jim, mientras entraba en el claro.
El ciervo, al escuchar a Jim, escapó rápidamente y desapareció entre los arbustos y los árboles.
El No Muerto giró la cabeza y miró a Jim, que sostenía la navaja. Empezó a andar hacia Jim, gimió y volvió a abrir los dientes.
- Andy, no mires.
Jim estaba a menos de cinco metros del cadáver. Dio unos pasos adelante y tras unos segundos, alzó la faca y esta atravesó el lóbulo frontal del zombi.
El cadáver parecía un títere, ahora no tenía a nadie que lo sujetara, se desplomó en seguida.
Jim se agachó para recoger la navaja y le dio la vuelta al cadáver del militar. Intentó quitar la mochila de la espalda del No Muerto, pero estaba enganchado a algo.
- ¡Jim! - gritó Andrew, preocupado.
- ¿Qué te pasa? - elevó la vista y vio a Andrew entre los matorrales, señalaba algo con la mano derecha, Jim giró la cabeza, al sitio dónde apuntaba Andrew.
- ¿Qué estás...?
La cara de Jim se volvió blanca.
- ¡Mierda!
Se levantó rápidamente y fue a dónde estaba Andrew.
- Venga.
Los dos empezaron a correr, esquivaban los árboles hábilmente, sorteaban las ramas ágilmente. Detrás de ellos, estaba el peligro.
Había más de un centenar de No Muertos, que los habían visto huir. Ahora iban hacia el campamento. Tendrían que abandonarlo.
¿Dónde se refugiarían? ¿Cómo lo harían? ¿Y Jason y Fred? ¿Cómo los encontrarían? ¿Estarían bien sin nosotros? ¿Tendrían comida? ¿Armas para sobrevivir?
No había tiempo para más preguntas, ni tampoco para responderlas.
Tras unos momentos ya estaban de vuelta en el campamento. Betty, que andaba por allí, los vió llegar.
- Pero, ¿qué os pasa?
- ¡Recoged el campamento! - gritó Fred.
Paul, un veinteañero, abrió la tienda de campaña y salió de ella.
- ¿Por qué íbamos a hacerlo? - preguntó.
- Por eso - Jim apuntó al bosque.
- ¿Qué pasa en el bosque?
De repente, un zombi apareció de entre los matorrales.
- ¿Por eso? Es uno.
Después apareció otro. Otro. Eran diez. Veinte. Cincuenta. Cien. Ciento diez...


FIN DE LA PRIMERA PARTE...

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Capítulo 9


El juego prohibido


El hombre decía algunas palabras en ruso, no entendí nada, pero por su tono estaba llamando al vigilante. Los pasos se acercaban a la habitación, tras unos segundos una sombra apareció en la puerta y después lo hizo aquel hombre.
Contempló la habitación y vio el cadáver de su compañero. Se acercó a él y aceptó que estaba muerto.
Ahora, miró las sillas, allí estaba yo, sentado, mirándolo. Se levantó y se acercó a mí.
- ¿Quién hacer esto? - me preguntó.
No le respondí, volvió a lanzarme la misma pregunta. Agarré la navaja a mi espalda, preparado para volver a asesinar a otro ruso. Esperé a que se acercase.
El hombre sacó una navaja y la posó en mi cuello.
- ¿¡Quién!?
- Yo...
Alcé el brazo rápidamente y sin pensarlo, la navaja le atravesó la barriga, la sangre de aquel ruso se derramó en mis manos cómo un líquido que sale de una máquina tras apretar un botón, pero yo no lo apretaba, yo le desgarraba las tripas con la faca.
El ruso palideció y un fluido rojo emergió de su boca. Gimió durante unos segundos y cayó al suelo.
Me levanté y recogí la navaja ensangrentada. Contemplé el rostro de aquel ruso, miraba a un punto fijo, parecía muerto, pero respiraba débilmente.
- Ellos... - dijo el ruso, frágil - matarte...
Respiró por última vez, su boca se cerró, sus ojos quedaron vacíos, su piel pálida y su boca dejó de emitir sangre, todo su cuerpo quedó paralizado. Había muerto.
Empecé a andar por el pasillo y cada vez oía más de cerca las conversaciones en ruso que mantenían mis próximas víctimas.
"Por ti Fred... Por ti..."
Comencé a bajar las escaleras y empuñé la pequeña arma con fuerza.
"Tengo que matar... no te tengo miedo... no..."
Al bajar vislumbré una mesa, allí estaban comiendo, se estaban comiendo a Fred, sus huesos, sus órganos, saboreaban su sangre, cómo zombis humanos. Eran caníbales. Eran peligrosos. Podían matarme y después se alimentarían de mi cómo a Fred. No, eso no pasaría. Les pasaría a ellos.
"Venga Jason... venga..."
Devoraban con ansia la comida, cómo si no hubieran comido en varias semanas. Tenían hambre. Mucha.
En ese momento yo tenía hambre de venganza. Iban a morir. Pero, mi amigo el ruso tendría que jugar a un juego antes de morir. Sería mortal para él, lento y doloroso: "El juego prohibido".
Pero ahora, tenía que pensar rápido para asesinar a dos de los rusos y atrapar a mi preciado alimento de la venganza. Si no se darían cuenta de que el otro ruso no iba a volver.
Pero, ¿cómo lo haría? Sólo tenía una arma, la navaja, ellos debían de tener más que yo, y si atacaba me iban a derrotar en seguida. Debía de hacer algo que distrajera a los dos guardias para que me quedará a solas con el ruso y pudiéramos jugar a un juego.
De repente, sentí que algo me tocaba el hombro, estaba fría, cómo la de un muerto. Me habían cogido ahora si iba a morir. Me giré y vislumbré el rostro de aquel ruso, el soviético que había matado minutos antes. Pero, ¿cómo era posible que estuviese vivo?
Entonces, lo comprendí todo, no estaba vivo, estaba muerto, era uno más de ellos. Era un No Muerto.


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Capítulo 8


Preocupados



La lluvia caía sobre Betty y Jim. Los dos contemplaban la ciudad desde su improvisado campamento, al pie de una montaña.
- No te preocupes por Fred, Betty - dijo Jim, mientras contemplaba una lágrima que recorría la cara de su amiga - Sabe defenderse muy bien.
Betty observó el rostro de Jim. Su pelo rubio mojado, sus ojos verdosos, que la miraban.
- Ojala no se hubiera ido.
Betty abrazó a Jim y empezó a llorar.
- Él y Jason volverán pronto...
Hizo una breve pausa, buscando las palabras adecuadas.
- Fred, sabe lo que hace... no tienes que preocuparte por él.
- Y si... no vuelve, ¿eh? ... ¡Yo qué haré!
Jim besó su húmeda mejilla.
- Lo hará, no te preocupes por él.
- No debí dejar que se fuera...
Betty abrazó con fuerza a Jim.
- Ahora, volvamos dentro... Por mucho que esperes fuera, no volverá antes.
Los dos empezaron a andar hacia las tiendas de campaña, pasaron al lado de Brad, que hacía guardia con su fusil con mira telescópica. Estaba sentado en una silla, bajo la lluvia, vigilando por si venían inesperados visitantes.
Los saludó al pasar junto a ellos, y les dirigió unas palabras a Betty.
- Tranquila, Betty, no le pasará nada. Anda, descansa... lo necesitas.
Siguieron su camino hasta las tiendas de campaña, Betty se despidió de Jim, y entró en ella.

Los sueños de Betty la atormentaban, eran pesadillas en las que ella veía morir a Fred por los No Muertos y después fallecía ella.
Se despertó sudando y temblando, aún era de noche, se despertó y abrió la tienda de campaña. Una brisa de viento frío recorrió su cara y ella estornudó.
Empezó a andar, sin hacer mucho ruido, se adentró en el bosque y se sentó en una roca.
Comenzó a llorar, pensaba en Fred, su novio. Estaba preocupado por él. Recordó cuándo se marchó en busca de Jason a la ciudad.
Betty abrazaba a Fred, cómo si no volviera a verlo nunca más.
- No te vayas - le decía, llorando - por favor.
- Cariño, no te preocupes por mí, yo estaré bien, te prometo que volveré mañana.
Fred la besó.
- Por favor, no lo hagas.
- Tengo que salvar a Jason, está en peligro.
- Qué vaya otro, tú no...
- Tengo que ir yo...
Se dieron otro beso, esta vez fue más emotivo y más largo que el anterior. Sus labios se juntaron, durante varios segundos, sus manos se cogieron mutuamente.
- Adiós...
Fred anduvo hasta desaparecer, Betty lo miraba yéndose para rescatar a Jason.

Betty posó los dedos sobre sus labios, recordando los besos de Fred. Sus labios, su amor, sus risas...
De repente, Betty oyó el crujir de una rama que se rompía. Miró a su alrededor, pero no pudo ver nada, todo estaba oscuro.
Se levantó de la roca.
- ¿Jim? ¿Eres tú?
Una voz la alertó.
- ¡Betty! ¡Cuidado!
Era la voz de Brad.
- ¡Apártate!
- ¿Qué pasa?
Una mano helada tocó su hombro. Brad apuntó hacia Betty. Detrás de ella había un No Muerto.
Brad disparó al cadáver andante, pero falló. El No Muerto intentó morder a Betty, pero inesperadamente, un cuchillo entró en el lóbulo frontal de aquel ser. La sangre cayó sobre la ropa de Betty y el cadáver se derrumbó.
- ¿Estás bien, Betty? - preguntó Jim, mientras se agachaba y recogía el cuchillo.


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Capítulo 7


El precio de la supervivencia



No pude parar de pensar en cómo podría salir de aquella habitación. La más simple era girar el pomo, pero claro, esos rusos no serían tan tontos para dejar la puerta abierta.
Se me ocurrieron muchas, pero una me pareció la más arriesgada y más efectiva. Así que la hice.
Me volví a sentar en la silla, simulé que volvía a tener las ataduras en los pies y las manos. Pero esta vez cogí un cristal muy afilado.
Ahora debía de atraer la atención de aquel ruso que había fuera.
- ¡Ahhhh! - grité.
Entonces, oí cómo el guardia, decía unas palabras en ruso, que seguramente fuesen:
"Pero, ¿qué le pasa?”
Escuché cómo metía la llave en la cerradura y las giraba. De repente, la puerta se abrió y la luz me cegó.
El ruso logró decir unas palabras en mi idioma.
- ¿Qué... te pasar? - me preguntó - Cómo te quitar la venda boca.
Se acercó a mí y yo lo observe. Era más alto que mí enemigo el soviético. Su pelo era corto y rubio. Sus ojos azules y su cuerpo vigoroso.
Debía de ser rápido, sino quería que me matara. Se acercó a mí y se agachó para recoger el esparadrapo y ponérmelo.
"Ahora o nunca " pensé.
Entonces, moví las manos de mis espaldas, rápidamente, y en un segundo el cristal se clavaba en el cráneo del ruso. Este se desplomó y debajo de él emergió un charco de sangre.
Me levanté de mi silla y giré el cadáver de ese ruso. Le examiné el cuerpo y sus bolsillos. Descubrí que llevaba una navaja en su pantalón. La cogí y volví a examinarlo, sólo tenía las llaves de esta habitación.
Empecé a andar y salí de aquella estancia. Al llegar fuera, vislumbré un gran pasillo. A mi izquierda había una ventana, me acerqué a ella y vi una calle, la contemplé durante unos segundos.
Había una carretera en medio de la calle, encima de ella vagueaban los cadáveres andantes. Los edificios y casas la rodeaban. En ellas no había señales de vida humana. Cristales rotos, puertas abiertas de par en par y en algunas casas había incendios.
Me giré y empiece a andar por el pasillo.  Recordé los gemidos del militar, cuándo el ruso le abrió en canal. La lágrima que recorría sus mejillas. Y la sangre que tintaba su camisa de rojo...
Escapé de aquel bucle de tortura y me trajo al presente, unas voces. No pude entender nada de lo que decían en ruso. Pero, seguramente estaban llamando al vigilante. El emisor alzó la voz, pero no consiguió lograr su objetivo, llamar a un muerto, eso no sería posible.
El emisor pareció impacientarse por su tono de voz. Ahora sabía que vendría y lo llamaría creyendo que estaba vivo.
Oí pasos, el hombre subía unas escaleras y se dirigía allí. Ahora me descubriría, no había ningún sitio para esconderme, sólo un largo pasillo, con una habitación al final de él y unas escaleras que bajaban a otra planta, que seguramente estaría el ruso.
Pero, ahora, debía esconderme y volver a matar a otro ruso, es el precio de estar en este mundo. No es un país para débiles, no es país para la tranquilidad...
Es el país del poder, de la violencia, de las calles teñidas de sangre, infectadas de caníbales muertos, que te perseguían constantemente, sin cansarse, sin tener miedo, para comerte.
Tenías que afrontar estos nuevos peligros si querías sobrevivir. En este mundo, matar significa sobrevivir...
No matar significa una muerte segura.
Ahora, me tocaba a mí, debía asesinar a otra persona, para sobrevivir. Todo en este nuevo mundo tiene su precio...


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Capítulo 6


Pulsaciones



Las pulsaciones de mi corazón aumentaron. Los pelos se me erizaron y noté que el sudor me bajaba de la frente.
El ruso se aclaró la voz.
- Tienes suerte, hoy comeremos con los restos de tu amigo.
El soviético hizo una breve pausa.
- Mañana te tocará a ti, prepárate.
El ruso se levantó y abandonó aquella sala. Me quedé sólo en la habitación. Escuché que fuera de la estancia el ruso hablaba con un compañero suyo. Seguramente para vigilar la habitación. Para que no me escapara.
Abrí los ojos y pude ver que a mi izquierda, dónde antes estaba el militar, sólo quedaba una silla ensangrentada. Y lo peor de todo, su cabeza estaba en el suelo. Giré la cabeza, no pude ver más aquella horrible demostración de anatomía brusca.
Pensé que debería salir de allí, tenía que volver a vez al ruso, pero esta vez él sería la víctima. Debería vengarme en el nombre de Fred.
Pero, debería salir, ¿cómo lo haría?, ya no estaba Fred para rescatarme, ahora me tocaba a mí. Tenía que ser fuerte. Tenía que salir de allí. Estaba convencido que mataría al ruso.
Contemplé mi derecha, había un armario. No sabía que podría haber allí dentro. Pero lo primero que pensé fue quitarme las ataduras de las manos. No podría coger nada. Tendría que buscar otra solución.
Vi que en la estancia había una esquina que sobresalía de la pared, un pico puntiagudo. Podría rasgar la cuerda y podría liberarme, después buscaría en ese armario algo para quitarme las ataduras de los pies.
Me impulsé hacia atrás y di un salto, la silla se movió. No se escuchó lo suficiente para que el vigilante soviético se diese cuenta de lo que hacía.
Di varios saltos y al final llegué a aquel pico. Me di la vuelta y empecé a rasgar la cuerda contra la esquina. Arriba, abajo, arriba, abajo,...
Tras varios minutos la cuerda se rasgó y pude liberarme de las ataduras de las manos. Pero, aún me faltaban las de los pies, que estaba atada a la silla.
Apreté mis manos y la sangre volvió a circular más rápido por ellas. Me quité el esparadrapo y respiré profundamente.
Ya me quedaba poco para acabar con mi amigo el ruso. Estaba pensando cómo lo haría. Lo torturaría cómo él lo había hecho, o sería una muerte rápida. Todo a su momento.
Di otros saltos y me encontré frente al armario. Alcé el brazo y giré el pomo. La puerta chirrió y se abrió. Dentro había un espejo roto, había cristales por todas partes.
Cogí un pequeño cristal y empecé a rasgar la cuerda.
Al final me levanté, pero sentí un dolor en el pecho y me volví a sentar. Me levanté la camiseta, tenía una hemorragia en el pecho, no paraba de sangrar, tenía que hacer algo para que no perdiera tanta sangre.
Cogí un trozo de cristal y empecé a rasgarme los bajos del pantalón. Serviría cómo una gasa, frenaría que fluyera más sangre.
Al terminar, posé el trozo de pantalón sobre mi pecho. Noté que la sangre se ralentizaba mientras chocaba contra la artificial venda que me había puesto.
Respiré profundamente, ahora tenía que salir de allí, y había otro ruso fuera. Tenía que hacerlo. No quería morir, ya tuve la sensación otras veces, pero esta vez sabía que en esta situación no iba a fallecer. Sabía que me vengaría de aquel ruso. Él sufriría, yo disfrutaría.
En el nombre de Fred. Ahora me tocaba a mí...


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Capítulo 5


La muerte y su verdugo



El ruso se guardó el rublo.
Vi que en la cara del militar no había miedo, tampoco satisfacción, ni tristeza. Había desprecio hacia el pequeño ruso.
- Por dónde empezamos, ¿eh? , vamos a haber que dices.
Se acercó al militar y le quitó el esparadrapo.
- Por dónde.
- ¡Qué te jodan!
- Empezaremos por el estómago, será una muerte lenta. Tú lo has decidido.
 El pequeño ruso empuñó con fuerza la navaja automática y pulsó un botón con el pulgar. El cuchillo plegable se abrió y el ruso se lo enseñó a Fred.
- Te dolerá un poco.
Entonces, el ruso le clavó la daga en el estómago. El militar soltó un gemido. El soviético se rió.
- Creo que esta noche comeremos muy bien.
Solté unas lágrimas al ver cómo sufría mi amigo, el militar. Le miré y vi que se desvanecía. De su boca fluía sangre y su cara se volvió blanca.
De repente, el militar se desmayó. El ruso lo miró y le dio varios golpes para despertarlo.
- No te desmayes, aún no hemos acabado contigo.
Posteriormente, el ruso tosió sangre y se despertó.
- ¡Mátame! - le gritó Fred - ¡Hazlo ya!
El soviético esbozó otra sonrisa.
- Creo que eso no será posible.
Yo no pude ver lo que sucedía a continuación, por qué no quería ver sufrir a mi compañero. Pero sé que el ruso lo abrió en canal. Oí varios gritos, posiblemente, fuera mi amigo.
Entonces, tras varios minutos de tortura, el ruso dijo:
- Matadlo ya, ha sufrido mucho.
Inesperadamente, oí el silbido de un hacha. Me pareció estar en el cuarto en el que había estado antes. El militar mataba No Muertos, cortándoles sus cabezas. Pero, esta vez la víctima era Fred.
Oí cómo algo cayó al suelo y escuché cómo hablaban los rusos entre sí. Percibí que se llevaban algo. De repente, oí pasos que se dirigían hacia mí. Entonces, supe que me tocaba a mí. Iba a morir torturado por un caníbal. No me lo podía creer. Si me hubieran dicho hace unos años que iba a morir por un antropófago, no me lo hubiera creído. Pero ahora que sólo me faltaban unos minutos para morir y esta vez sí me lo creía.
Noté cómo unas manos se posaban sobre mis muslos y alguien se aclaraba la voz. Era el pequeño ruso.
“¡No, por favor! " me grité.
Ahora no estaba el militar, no habían nadie que pudiera salvarme de aquella situación. Era hombre muerto. Me iban a torturar. Iban a comerse mis huesos, mis órganos...


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