Apocalipsis 1865: Capítulo 8

El general Sheridan mira aterrado a sus soldados. Sigue sin acostumbrarse a aquellas barbaridades, ya que lo que presencia es inhumano, y violento.
No tiene otra alternativa. Quiere librarse de todos los No Muertos del mundo.
Aunque para hacerlo necesita encontrar el antídoto a ese virus…


Varios días después
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Es un bosque. Los árboles son enormes y frondosos, la hierba es abundante y su color amarillento. La niebla que nos rodea es muy espesa, y casi no podemos vislumbrar el suelo.
Al fondo, el bosque da paso a unas montañas. Allí está el siguiente pueblo, donde queremos parar y intentar recoger provisiones.
No se escucha nada más que nuestros tímidos pasos. Chloe está a mi lado, sostiene su particular arma heredada de su padre: el revolver Lemat.
Yo llevo mi fusil, y una gran cantidad de balas colgadas en mi cadera, como un cinturón.
Es un sitio agradable, aunque en estos momentos parece un escenario aterrador.
Nos movemos a paso lento, inspeccionamos cada palmo del bosque, hasta que Chloe me dice que me pare. No habla, pero me señala un cuerpo en la lejanía. Es un No Muerto.
Me cuelgo el fusil en el hombro, saco un pequeño cuchillo y le susurro a Chloe que se quede aquí.
Me muevo entre los arbustos hábilmente, sin llamar la atención del No Muerto, y cuando estoy a menos de tres metros, le lanzo una pequeña piedra a su putrefacta cabeza.
Deja escapar un gemido ronco, y gira sobre sus pasos. Sabe que hay alguien allí, pero no le doy el tiempo necesario para que me localice, ya que le lanzo la navaja a su cráneo.
El No Muerto, cae como una marioneta al que la acaban de cortar los hilos. Me acerco a la criatura, y la contemplo con ojos tristes.
Saco la navaja, y de repente siento que mi mente comienza a divagar. Pienso en mi familia, y de su posible destino en estos momentos. Si están muertos o vivos.
No sé si es fruto de mi imaginación, pero en algún momento escucho un grito.