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Apocalipsis 1865: Capítulo 9

CAPÍTULO 9

Años atrás...
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El hombre yacía en el suelo. Estaba muerto. Sus ojos miraban al cielo, y no despedía esa chispa de vida con su fría y paralizada mirada.
Bajo su cuerpo, se esparcía un gran charco rojo, debido a su profunda herida en el estómago. Varios cuervos se alimentaban de sus intestinos, y disfrutaban con cada bocado de su carne putrefacta.
A lo lejos, como un ejército, una inmensa multitud de personas dirigidas por el general Philip Sheridan, caminaban hacia el siguiente pueblo.
Al principio, había varios soldados del ejército de la Unión, que protegían a los lugareños.
Esta misión, según el general, era nada menos que salvar a las familias de los soldados y a varios lugareños. Los llevaban a un sitio seguro, en las montañas, ya que allí no había llegado el virus.
El grupo pasó al lado de aquella horrenda criatura. Los niños miraban la miraban sorprendidos, mientras que los cuervos que se alimentaban de sus tripas alzaron el vuelo.
En mitad de aquella muchedumbre, un niño, acompañado de su madre cantaban una canción, compuesta por su padre, que en esos momentos estaría batallando:

Cuando Johnny viene marchando a casa,
¡Hurra! ¡Hurra!
Le daremos la bienvenida
¡Hurra! ¡Hurra!
Los hombres se alegran y los chicos gritan
Las damas se giraran
Y todos nos sentiremos gays,
Cuando Johnny viene marchando a casa.

El niño dejó de cantar, y su madre continuó con ella.

La campana de la iglesia transmite alegría
¡Hurra! ¡Hurra!
Para dar la bienvenida a nuestro querido hijo
¡Hurra! ¡Hurra!
Los chicos y chicas se acercan a él
Rosas van a esparcir en el camino,
Y todos nos sentiremos gay
Cuando Johnny viene marchando a casa.

Comenzaron a cantar juntos, sólo se oían sus voces, y el sonido de sus pasos.
Esta canción, era alegre pero en esos instantes era de lo más lúgubre y sepulcral.
Todo era tristeza.

¡Prepárate para el jubileo,
¡Hurra! ¡Hurra!
Vamos a dar al héroe,
¡Hurra! ¡Hurra!
La corona de laurel ya está lista
Para colocar en la frente leal
Y todos nos sentiremos gays
Cuando Johnny viene marchando a casa.

El grupo entró en un bosque. Todo estaba en silencio. De repente, como salido de la nada, un grito retumbó en los oídos de los lugareños y los soldados.
Un grito lleno de dolor, terror y angustia.
El general Sheridan, hizo un gesto para que se parase el grupo y se bajó del caballo.
Observó la vegetación, la espesa niebla que rodeaba a casi todos los matorrales, los frondosos árboles y la poca luz de aquel bosque. Pero, no lograba identificar la procedencia del grito.
Pensaba que podría ser una criatura de aquellas. Con sus horribles gritos sobrenaturales. Pero, en donde estaba aquella criatura.
Se giró, y dirigió sus palabras a un soldado:
- Paul, ve y mira de donde procede ese grito.
- Sí, general.
El corpulento hombre, cargó su fusil comblain, y desapareció en la espesa y profunda niebla.
El terror y la tensión comenzaron a apoderarse del pequeño niño de ojos azules y comenzó a llorar.
- Tranquilo, Nick. Mamá está aquí.
- Tengo miedo.
- No va a pasar nada.
El silencio sepulcral dio lugar a una gran sinfonía de gritos, y algún que otro disparo.
- Tranquilo. No va a pasar nada.
- Me quiero ir de aquí, mamá. Quiero volver con papá.
- Pero... Tu padre está trabajando, Nick.
La sinfonía se acabó, y dio paso al más absoluto silencio. Nick se abrazó a su madre, y lo hizo con todas sus fuerzas.
De repente, de la niebla surgió la figura del soldado. Su rostro estaba totalmente ensangrentado, su ropa completamente desgarrada, y su fusil había desaparecido.
- ¿Paul? - preguntó el general, temeroso. - ¿Estás bien?

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